“Aquel año me autodestruí mucho más que el resto de los años y, sin embargo, nunca estuve más lleno de vida. Mi madre parecía una planta de interior sacada al balcón. Yo parecía un criminal lobotomizado. Éramos, por fin, una familia”. Tatiana Tibuleac de su libro El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes.
Las horas ínfimas es la regresión de una madre a su temprana juventud para sentir, lo que un periodo de aislamiento provoca en la mente de un hijo, es volver a sentir ese miedo de estar perdido, y no saber si vas a encontrar ese tablón que te haga volver a la superficie.
Habla de cómo, en ese largo periodo de introspección, he podido observar como mi hijo ha tenido que dejar su vida social en reposo justo en uno de sus momentos más decisivos de conformación de su yo. He indagado en cómo me sentiría en ese momento recién estrenado en el amor romántico, ese vínculo apasionado-emocional-sexual de plena efervescencia, cuando solo quieres estar con la persona amada y no precisamente a través de una pantalla.
¿Cuándo realidad y ficción se alinean? ¿Cuándo los sueños son sueños o recuerdos? ¿Qué es realmente la locura? Aislamiento del cuerpo y bullicio constante de la mente, mundo cierto pero incomprensible para el resto, ansiedad producida o fingida, desesperación por no lograr el entendimiento de la sociedad tal y como dicen ha de ser. Ver, sentir y vivir cosas inimaginables para otros.
¿Cuándo esa línea tan fina se traspasa? ¿Cuándo esa lucha contra el enemigo invisible es tu propia cabeza?
Este proyecto es un ínfimo contacto a lo que puede sentir una mente encerrada en un cuerpo y en un espacio por su condición de "ajenos a la realidad". La locura no es cosa de unos pocos, está más a mano de lo que parece.
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